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¿QUÉ ES LA LITERATURA? CARACTERIZACIÓN DE LOS TEXTOS LITERARIOS

La palabra literatura se formó del latín, derivándola de littera ‘letra’. Significó inicialmente la ciencia que poseían los letrados.

Su significado actual se forjó a finales del siglo XVIII. Aristóteles la definió como el arte de la palabra.

 Tradicionalmente se ha intentado definir la literatura por oposición a un uso común del lenguaje y en función de una serie de características:

a. Carácter innovador. El lenguaje literario es un acto de creación consciente de un emisor con voluntad de originalidad. El lenguaje común está gastado, es repetitivo; el literario debe ser inédito, extraño, siempre original.

b. Voluntad artística. Se usa el lenguaje con una voluntad artística, es decir, intentando crear una obra de arte. No existe, pues, una finalidad práctica, sino estética.

c. Especial intención comunicativa. Este lenguaje tiene una singular intención comunicativa, y nunca una finalidad práctica sino estética.

d. Desviación. Llamamos así a la "recurrencia" o repetición en un texto breve de recursos lingüísticas de cualquiera de los niveles, es decir, aparición estadísticamente superior de una unidad determinada si la comparamos con su frecuencia de aparición en el lenguaje "normal".

e. Lo connotativo. Es un lenguaje esencialmente connotativo. En un texto literario no existen significados unívocos (ello diferencia radicalmente a este lenguaje de los técnicos y científicos). Se utiliza un lenguaje abierto a la evocación y a la sugerencia a través de los significados secundarios de las palabras: además, y por encima de las connotaciones habituales de algunas palabras (connotaciones universales o grupales), es posible provocar nuevas connotaciones, propias de cada lector, de cada autor o de cada época en que se recree, al leerlo, el texto.

f) La ambigüedad. Es la posibilidad de realizar diferentes interpretaciones del texto, por ello hablamos de plurisignificación. El mensaje literario no tiene un significado único para todos los lectores. El lector es el que le da sentido con su lectura, independientemente del que partiera el autor cuando creó la obra.

f. Mundo propio. El mensaje crea sus propios mundos de ficción cuyos referentes no han de corresponder necesariamente con la realidad exterior. El habla normal depende del contexto extraverbal. No ocurre así en el texto literario. El lector no conoce el contexto hasta que lee.

g. Importancia de la forma. No existen contenidos específicamente literarios. Cualquier tema puede ser objeto de una obra literaria. Pero sí existen formas específicamente literarias. Lo que convierte a un contenido cualquiera en literatura es la forma, entendida como el conjunto de material lingüístico utilizado y la estructura (manera de distribuir el contenido).

h. La función poética. Recordemos el estudio de las funciones del lenguaje (Jakobson). El lenguaje desempeña una función estética o poética cuando llama la atención sobre sí mismo, sobre la manera de decir las cosas. El texto literario se caracteriza por la especial atención que recibe el mensaje. Si bien puede aparecer en textos no literarios, su presencia en los mensajes literarios, se da sistemáticamente y se puede considerar un fin en sí misma.

i) Figuras retóricas. Son una serie de recursos destinados a llamar la atención del receptor y embellecer el mensaje. La retórica clásica las ha catalogado y sistematizado como figuras de dicción, de pensamiento y tropos.

 

Es decir, la lengua puede emplearse con el propósito de realizar una obra artística. El discurso literario se sitúa en el extremo opuesto al del científico: lo que es objetividad, monosemia, significado denotativo, se convierte en ambigüedad, complejidad, connotaciones…

 

2. CONCEPTO DE OBRA LITERARIA

Podemos definirla como un acto peculiar de comunicación lingüística, destinada a la perduración, sin interés por su eficacia práctica, y de naturaleza estética.

Como cualquier otro mensaje consta de un contenido y una forma. Entre ellas existe una solidaridad absoluta que la hace única.

Cualquier tema puede ser objeto del tratamiento literario. Pero lo que lo convierte en literario es la forma, es decir, el material lingüístico y la estructura, tanto del contenido, como del material lingüístico (figuras).

 

¡Castilla varonil, adusta tierra,

Castilla del desdén contra la suerte,

Castilla del dolor y de la guerra,

tierra inmortal, Castilla de la muerte!

                                         Antonio Machado

 

Son fenómenos correspondientes a la estructura los siguientes:

-el reparto de los materiales lingüísticos en bloques (versos de once sílabas, seguidos de pausa);

-el hecho de que rimen los versos 1.º 3.º y 2.º 4.º;

-la adopción de la apóstrofe (el poeta invoca a Castilla, se dirige a ella);

-la inversión del orden de palabras (adusta tierra);

-la adopción del extraño giro Castilla del desdén, Castilla del dolor y de la guerra, en vez de Castilla que es desdeñosa…;

-la repetición del giro Castilla + complemento en todos los versos;

.la antítesis: tierra inmortal, Castilla de la muerte.

 

3. LA LENGUA LITERARIA

Como ya hemos mencionado anteriormente, es posible localizar en textos literarios determinados aspectos lingüísticos peculiares que no suelen darse en el lenguaje común. Los abordaremos siguiendo el hilo de los distintos niveles de análisis del signo lingüístico. Pero es interesante tener en cuenta que estos rasgos por sí solos no convierten al texto en literario, ni tienen por qué darle un significado concreto. La clave está en ver si la relación entre los distintos aspectos apunta hacia un mismo significado o conjunto de significados.

 

a) En lo que respecta al nivel fónico, atenderemos a los siguientes aspectos:

 -El ritmo: el texto literario puede utilizar, como procedimiento para llamar la atención, un ritmo más marcado que el de la prosa de la conversación habitual[1]. En español, el ritmo lo proporciona la distribución de los acentos y las pausas. De estos aspectos nos estuvimos ocupando al tratar la métrica.

-La rima.

-Procedimientos retóricos directamente emparentados con el nivel fónico serían, por ejemplo, la paronomasia, la aliteración, la onomatopeya.

-Una cierta influencia sobre el ritmo y entonación podrían ejercerla el asíndeton, el polisíndeton, y las interrogaciones y exclamaciones retóricas.

 

b) En cuanto al nivel morfosintáctico, destacan varias posibilidades de rasgos:

-Un predominio llamativo (en mayor cantidad de la habitual) de sustantivos: podrían llegar a transmitir una sensación de quietud, estatismo.

-verbos: tienden a comunicar una visión dinámica, de desarrollo temporal (habría que atender también al juego de los tiempos verbales).

-adjetivos: pueden sugerir un tono descriptivo, sobre cualidades y matices. Tienen un valor de adorno e incluso de subjetividad en algunos casos.

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-Repetición de determinadas estructuras sintácticas (aunque estrictamente no podamos llamarlo paralelismo).

-Recursos como el polisíndeton, el asíndeton, el políptoton, la elipsis, el zeugma, el hipérbaton, el paralelismo y el quiasmo influyen directamente en este campo.

 

c) En el nivel léxico-semántico se dan fuertes rupturas de la relación significante/significado, lo que provoca el fenómeno de la plurisignificación que habíamos mencionado más arriba,

-el de la ambigüedad (se refuerza la posibilidad de que una expresión pueda tener más de un significado)

-las combinaciones extrañas entre palabras que en condiciones normales serían incompatibles por su significado (casos como “queso paternal”)

-la adquisición de nuevas connotaciones. Si en el lenguaje habitual un significante adquiere significados añadidos por parte de la cultura, en este caso es el autor el que los sugiere al lector. Así, en el famoso “verde que te quiero, verde”, de Lorca, el término verde adquiere el insólito significado de “muerte”.

-la repetición de palabras puede utilizarse, no para reforzar una idea, sino para expresar algo distinto. Solo eso impide que la famosa expresión Una rosa es una rosa es una rosa pueda significar algo y no sea una simpleza.

-Podemos incluir en este capítulo la influencia de recursos retóricos como todos los tropos, la metáfora y similares.

Habrá que atender también a los campos semánticos más utilizados por los términos del texto.

 

Es decir, un texto literario se caracteriza por el uso de la función poética. Con ella, el autor emplea el código para atraer la atención del receptor sobre la forma del mensaje, para crear belleza. Lo importante no es solo lo que se dice, sino, sobre todo, cómo se dice. Se preocupa con medios lingüísticos de producir extrañeza. El autor se centra en cómo decir las cosas, y, a veces, cuando se cae en el exceso, se llega a producir un texto difícil, como sucede en la literatura barroca o surrealista.

La función poética aparece también en los mensajes publicitarios y en el habla coloquial, por ejemplo. La diferencia está en la finalidad: en el texto literario el propósito inmediato es estético, artístico, mientras que en los otros textos esta función se emplea con fin esencialmente práctico: intentar atraer la atención del oyente.

El rasgo principal que caracteriza a la función poética o estética es la alteración del código lingüístico para invocar la extrañeza del lector.

Tanto en verso como en prosa se utilizan recursos estilísticos que hacen el texto muy complejo.

Los medios para producir esta extrañeza son muchos y variados:

-empleo de palabras poco usadas en el lenguaje común (arcaísmos, neologismos, cultismos…);

-construcciones sintácticas no habituales;

-búsqueda de ritmos marcados mediante series binarias, ternarias, etc.;

-uso del epíteto;

-frecuente utilización de figuras retóricas;

-repeticiones de esquemas gramaticales (paralelismo, quiasmo, etc.).

 

5. MODALIDADES TEXTUALES

Podemos decir, en principio, que el autor literario recurre a tres grandes procedimientos de construcción del texto que pueden combinarse dentro de una misma obra independientemente del género empleado:

a) La narración.

b) La descripción.

Recordad tener siempre presenta la fotocopia que os di sobre figuras literarias

[1]    De hecho, las culturas primitivas suelen recurrir a este procedimiento para marcar claramente lo que son textos “cerrados” (leyendas, mitos, folklore, literatura oral) de lo que es la comunicación habitual. El progreso de una cultura va haciendo mucho más sutil esa diferenciación, hasta lograr, en algunas ocasiones anularla... aparentemente.
 

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